La
ciudad medieval se convirtió en un centro de producción de
objetos manufacturados. Los artesanos de un mismo oficio o gremio se
agrupaban en calles que recibían el nombre de su actividad:
curtidores, plateros, tejedores, tintoreros, etc.
El
trabajo artesanal se realizaba en pequeños talleres, cuyo
propietario era el maestro artesano, que disponía de sus propias
herramientas. El artesano habitaba una casa que era a la vez taller y
vivienda, y que se abría al exterior para exponer sus productos y
poder venderlos.
Los
artesanos de cada ciudad se organizaban en gremios por
oficios, para protegerse de la competencia de los artesanos de otros
lugares y para supervisar la producción. Dentro del gremio existía
una organización jerárquica muy rígida: en primer lugar se debía
ser aprendiz, tras unos años se pasaba a oficial y,
finalmente, a maestro artesano, que ya podía tener su propio
taller.
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